31.5.06
Náusea por el Mundial
Bueno, pues aquí seguimos pese a todo... A partir de este miércoles y hasta que termine el Mundial de Alemania, toda mi vida dará un vuelco. Será una buena, aunque cansada experiencia: de entrada, jamás volveré a ver un evento de esta magnitud de la misma manera. Además de que trabajaré por las mañanas (lo cual, aunque suena sencillo, va a ser un desmadre), las cuestiones de mi otro trabajo en la UNAM se verán trastocadas. En fin, sólo espero que esto valga la pena y se traduzca en un buen producto... Por ahora sólo tengo una náusea por el Mundial, que, espero por ahí del día 10, ya se haya ido. Como dicen, el hombre (y un poco el periodista) es un animal de costumbres. ¿O será que de costumbre el hombre es un animal? (Mafalda dixit). Bueno, ya estoy poniendo mucha pendejada. Deséenme suerte. La voy a necesitar...
27.5.06
20.5.06
No verte es lo que duele...
El vacío, pese a que ha pasado un año, sigue ahí. Desde ayer quería escribir sobre el primer aniversario de la huelga en Canal 40, pero mis ocupaciones -como siempre- me lo impidieron. En la búsqueda de imágenes para este post, encontré unas del grupo de diseño de muebles que decoraba el canal. Ahí estaban, los espacios vacíos de un proyecto periodístico donde ya, en este momento, deben quedar puros desperdicios, ratas, polvo, mugre, olor a cigarro concentrado y cientos de recuerdos encerrados y decorados en banderas rojinegras.
La foto que abre este post es de la redacción; de esa que nos miró pasar apresurados, gritar de una escalera a otra "salva, salva". El ángulo que daba al estudio donde noche a noche se transmitía CNI Noticias, el -le pese a quien le pese- único noticiario que, si bien no era objetivo (ninguno lo es), sí era coherente consigo mismo.
Esta segunda imagen es una perspectiva mayor de nuestras pequeñas pero significativas instalaciones. Durante cuatro años bajé por esas escaleras diariamente para encontrarme con mis compañeros y hacer, sin paga, con tres pesos, cassettes reciclados y muchos sacrificios, un producto periodístico digno. Esa experiencia y aprendizaje no se compra con absolutamente nada.
Y aquí, en esta sala de juntas, mejor conocida como "la pecera", las pocas veces que entré fue para momentos decisivos. Ahí le pedí a Ricardo La Volpe (minutos antes de la mítica bronca con Carlos Albert y su declaración de que México pasaría "caminando" al Mundial) una entrevista para mi tesis. Ahí, Andrés Manuel López Obrador me felicitó por haberme titulado; ahí, en asambleas eternas que nunca llegaban a algo, debatíamos nuestro futuro ante Rafael Ocampo, quien desde la salida de dicha sala de juntas daba sus famosos "sermones de la escalera", palabras de los últimos meses para que la moral no decayera ante la falta de dinero y esperanzas que la sustentara ante una huelga que se veía inminente.
Recuerdo bien. El miércoles 18 de mayo de 2005 fue nuestro último noticiario. Dimos golpe, en ese entonces estaba el escándalo de los consejeros electorales del estado de México. Salimos del estudio y empezamos a recoger nuestras pertenencias más necesarias fuera de allí. Minutos antes, Ciro Gómez Leyva decía al aire que a la mañana siguiente, el sindicato de trabajadores decidiría si este proyecto seguía adelante o no y que, por solidaridad, el resto de las producciones no saldrían al aire. Sólo quedó -justicia simbólica- la transmisión de los testimonios de las víctimas del Padre Marcial Maciel (que ahora, justo un año más tarde, es "castigado" por el Vaticano por sus abusos sexuales contra menores).
Al otro día, las puertas de cristal que enmarcaban todo eso que para mí y para muchos es el mítico Canal 40, se tapaban por unas banderas rojas y negras que, en ese momento representaban una lucha legítima, pero que dos meses después se pervirtió en la historia que todos conocemos ahora (léase, Proyecto 40).
¿Qué puedo decir que no suene a nostalgia, que no sepa amargo por toda la historia de desatinos, injusticias y desaciertos que ha significado el hecho de no tener al aire esa opción televisiva que, pese a todo, era respetada? Nada. No me importa el dinero que me deben (en serio); la experiencia y lo que me dejó ese canal, ese CNI de mis amores, no la compran unos cuantos miles de pesos.
Me gustaría que esas puertas de cristal se abrieran una vez más; oler, aunque sea, esa mugre condensada y pasar por las pocas pertenencias que dejé... antes de salir por siempre, me gustaría voltear a contemplar los espacios vacíos como los que muestran estas imágenes. Suspiraría -como lo he hecho en este momento-, apreciaría una vez más todo lo que ellos significan y saldría. El ciclo, ahí, lo daría por terminado.
15.5.06
El Vive (las rolas curan las heridas)
Escribo aún con las rodillas sensibles y la garganta buenamente mancillada por el sol, la lluvia, el viento pero, sobre todo, la cantidad de emociones que puedes sentir tras cantar una rola.
Así fue el Vive Latino. O bueno, al menos el domingo. Del sábado lamento no haber visto a los Babasónicos. Pero del día que acudí puedo decir que hasta disfruté a Julieta Venegas, quien seguro entendió que ese es su público.
¿Qué puedo contar que no parezca de fan from hell? Que Niña toca de poca madre, sobre todo la de "Sistema Perfecto"; que María Daniela tiene mucho más público del que yo pensaba y que a las chavas "rockers" no les interesa verse ridículas con una tiara en la cabeza (igual que a los fans de Austin TV con sus orejas de conejo). Que pese a su esfuerzo, el Palomazo Informativo todavía no logra llevar su mensaje a toda la banda; de 100 chavos, sólo unos 20 entonaban y entendían sus rolas. Los otros 80 se fueron a hacer pendejos para luego regresar a ver a Chetes (vocalista de Vaquero) tocar sus rolitas beatlescas; nada malas.
¿Qué más? Los Bunkers, una banda chilena, está maravillosa en el escenario. Buenos músicos y con canciones muy sencillas pero interesantes (el vocalista, además, tiene una boquita...). Y Porter -me contaron- también prendió gruesísimo en un escenario donde era un poco difícil acceder ya que estaba en una curva.
Lo más chido en este tipo de festivales, obviamente, viene al final. Tras echarme una hamburguesa y una ensalada de zanahoria bastante dignas, me lancé (y hablo en singular porque Alita, mi amiga, estaba esperando a su hermana) a bailar "El Muguero" de Los Auténticos Decadentes que vaya si prenden a medio mundo y lograron, al menos para mí, uno de los momentos memorables: en medio del tutá-tutá empezó a llover. La gente, "creativa" como siempre, empezó a arrancar la carpeta que protege el pasto del Foro Sol (recordemos que es un estadio de beisbol) para guarecerse de las gototas. Pero hubo a quienes nos valió y, en medio de la lluvia cantamos "un osito de Peluche de Taiwán".
Bueno, después de eso vino Zoé (para lo cual tuvimos que sacrificar a Jumbo que, de acuerdo con un cambio de planes, saldía a tocar antes que Los Tres). Larregui y sus chavos prendieron, as usual, a todos los que estábamos en el campo y las gradas: las más chidas, "Fotosíntesis", "Miel", "Dead" y "Soñé". Lo mejor, al cierre: ¡¡el 15 de julio, todos al Metropólitan, porque hay concierto!!
Y bueno, por ahí de las 20.30 hrs. me relamía los bigotes porque el grupo al que VERDADERAMENTE iba a ver estaba a punto de salir a cerrar el escenario azul. Unos 20 minutos después de que Jumbo hubo terminado (las tres rolas que escuché, increíbles), inició el reencuentro de los chilenos con "La Torre de Babel" (esa que dice "solamente un buen fuego puede dar muerte a un cigarro, pero si muere mojado es como si a un hombre lo matan colgado"), y otras más. La banda se volvió loca cuando Álvaro Hernírquez anunció a Rubén de Café Tacvba, con quien cantó "Tírate" y la más esperada (por mí, ja!) "Amor violento"... gastaré toda mi vida en comprar la tuya.
Después, el tacvbo Meme también le entró al palomazo con los teclados. A las 10 de la noche, los Tres anunciaron que vienen EN AGOSTO (2 conciertos 2, más del de los Babas en septiembre... hay que ahorrar, hay que ahorrar).
Es en estos momentos de música y desmadre cuando entiendes por qué tienes tanta pila para soportar otras tantas que te agobian. Cuando una buena rola puede curarte todas las heridas.
11.5.06
Algo como...
Aproveché mi tarde de descanso para lanzarme a la Facultad de Arquitectura de la UNAM y atrapar una película de la Muestra. Se llama "Algo como la felicidad", coproducción entre la República Checa y Alemania. No se las voy a contar -ojalá puedan verla, aunque sea en DVD- pero su mensaje es diáfano: eso que siempre estamos buscando, planeando, escogiendo, la felicidad, no es más que un estado transitorio, involuntario, el cual debemos estar alertas no para detectarlo y etiquetarlo, sino para disfrutarlo.
Disfruté mi pequeña felicidad de hoy viéndote por un momento; viendo el atardecer en las islas de Ciudad Universitaria con un café y un cigarro en la mano. Sola. La disfruto así y mañana quién sabe si se trate de estar con alguien; hoy sólo quise entender que en cada paso o minuto que pasa, hay algo como la felicidad.
Disfruté mi pequeña felicidad de hoy viéndote por un momento; viendo el atardecer en las islas de Ciudad Universitaria con un café y un cigarro en la mano. Sola. La disfruto así y mañana quién sabe si se trate de estar con alguien; hoy sólo quise entender que en cada paso o minuto que pasa, hay algo como la felicidad.
10.5.06
¿Por qué le vas a las Chivas?
Ya regresé de donde andaba... léase, en chinga.
No quiero convertir este espacio en un registro de lo duro que está resultando a veces mi chamba. Mejor les escribo de algo que, aunque muchos no lo comprenden, me siento muy orgullosa: de irle a las Chivas Rayadas del Guadalajara.
No me importan los abucheos, los reclamos, las mentadas de madre y, especialmente -con todo respeto para mi Universidad-, no irle a los Pumas.
Resulta que en esto de tener un equipo de futbol muchas veces no tenemos muy claro el sentimiento que nos produce. Tengo claro el origen: mi fallecido padre le iba a Chivas desde que yo recuerdo; en su padecer, siempre decía "Pinches Chivas, pueden ir ganando 99-0 y al final les ganan 100-99". Es la historia del equipo: venir de atrás, hacernos sufrir, pero al final, cuando el objetivo se consigue, saborear la victoria de manera única. Y cuando se da el extraño caso de dominar en la cancha, hacerlo contundentemente, con golizas incluso.
Por ejemplo, estas últimas semanas han sido de alarido. Entre el despojo de seleccionados nacionales -Oswaldo Sánchez, Carlos Salcido, el "Maza", Ramón Morales, Omar Bravo y Gonzalo Pineda-, disputar la Copa Libertadores y la Liguilla -a la cual pasamos por la mediocre gloria matemática de los torneos cortos-, uno no sabe qué pensar; pero como buenas chivas, se avientan (aventamos) a tratar de ganarlo todo, aunque en eso se nos vaya la vida y la fe.
El resultado ahí está: con chavos, con huevos y un poco con la suerte pero eso sí, con harto sufrimiento, estamos en todo, poniéndole sabor para bien o mal a ambos torneos y con la garantía que la gente de este equipo va a estar a la altura de las circunstancias en el Mundial.
Si alguien vio el domingo pasado el partido contra Jaguares de Chiapas, sabe que no me equivoco. Y aunque no pretendo abrir un debate sobre si es justo o no el resultado, el chiste es que seguimos con vida.
En fin, creo que tampoco pretendo desvelar en este escrito todas las razones -íntimas, generales, discutibles- de por qué soy chiva centenaria (por cierto, qué festejo tan chafa en el Jalisco...). Simplemente lo soy. Me gusta, me enorgullece. Sigo sufriendo los partidos como cuando tenía 18 años y pateaba los muebles de mi casa hasta hacerles un hoyo y después, huir despavorida ante el enojo de mi mamá, quien me amenazaba con romperme los boletos del partido de vuelta ante el América en el Azteca (ya ni me acuerdo del torneo, pero lo único que tengo claro es el gol de Ricardo Peláez en el Jalisco cuando todavía jugaba para las Águilas)...
Con mi equipo hasta el final. Y quien no esté con el suyo, se decepcione y deje de apoyarlo nada más por una mala racha, no es aficionado al futbol.
No quiero convertir este espacio en un registro de lo duro que está resultando a veces mi chamba. Mejor les escribo de algo que, aunque muchos no lo comprenden, me siento muy orgullosa: de irle a las Chivas Rayadas del Guadalajara.
No me importan los abucheos, los reclamos, las mentadas de madre y, especialmente -con todo respeto para mi Universidad-, no irle a los Pumas.
Resulta que en esto de tener un equipo de futbol muchas veces no tenemos muy claro el sentimiento que nos produce. Tengo claro el origen: mi fallecido padre le iba a Chivas desde que yo recuerdo; en su padecer, siempre decía "Pinches Chivas, pueden ir ganando 99-0 y al final les ganan 100-99". Es la historia del equipo: venir de atrás, hacernos sufrir, pero al final, cuando el objetivo se consigue, saborear la victoria de manera única. Y cuando se da el extraño caso de dominar en la cancha, hacerlo contundentemente, con golizas incluso.
Por ejemplo, estas últimas semanas han sido de alarido. Entre el despojo de seleccionados nacionales -Oswaldo Sánchez, Carlos Salcido, el "Maza", Ramón Morales, Omar Bravo y Gonzalo Pineda-, disputar la Copa Libertadores y la Liguilla -a la cual pasamos por la mediocre gloria matemática de los torneos cortos-, uno no sabe qué pensar; pero como buenas chivas, se avientan (aventamos) a tratar de ganarlo todo, aunque en eso se nos vaya la vida y la fe.
El resultado ahí está: con chavos, con huevos y un poco con la suerte pero eso sí, con harto sufrimiento, estamos en todo, poniéndole sabor para bien o mal a ambos torneos y con la garantía que la gente de este equipo va a estar a la altura de las circunstancias en el Mundial.
Si alguien vio el domingo pasado el partido contra Jaguares de Chiapas, sabe que no me equivoco. Y aunque no pretendo abrir un debate sobre si es justo o no el resultado, el chiste es que seguimos con vida.
En fin, creo que tampoco pretendo desvelar en este escrito todas las razones -íntimas, generales, discutibles- de por qué soy chiva centenaria (por cierto, qué festejo tan chafa en el Jalisco...). Simplemente lo soy. Me gusta, me enorgullece. Sigo sufriendo los partidos como cuando tenía 18 años y pateaba los muebles de mi casa hasta hacerles un hoyo y después, huir despavorida ante el enojo de mi mamá, quien me amenazaba con romperme los boletos del partido de vuelta ante el América en el Azteca (ya ni me acuerdo del torneo, pero lo único que tengo claro es el gol de Ricardo Peláez en el Jalisco cuando todavía jugaba para las Águilas)...
Con mi equipo hasta el final. Y quien no esté con el suyo, se decepcione y deje de apoyarlo nada más por una mala racha, no es aficionado al futbol.
3.5.06
De imágenes
Una buena manera de curarse una depre profesional es seguir trabajando, sacando algo que te gusta hacer... He aquí un link para que puedan leer mi más reciente colaboración para La Afición. Salió publicada el miércoles 3 de mayo e, impresa, la foto de monsieur Zidane se veía más chingona...
Y ya que hablamos de fotos, por más que me resistí, he caído en la trampa del Hi5. Dense una vuelta y seamos amigos, aunque sea de imagen... jijiji.
Y ya que hablamos de fotos, por más que me resistí, he caído en la trampa del Hi5. Dense una vuelta y seamos amigos, aunque sea de imagen... jijiji.
1.5.06
Ni me enteré, no tuve tiempo
Se me olvidó que era 30 de abril. Se me olvidó que también me puedo reir y jugar y disfrutar de cómo se chorrea una paleta de crema en mis manos; hoy dejé eso en el fondo de mis recuerdos, pues mi cabeza sólo pensaba en trabajo, responsabilidades, cargos, funciones, en cómo coordinar mejor a alguien y que tu trabajo no sea la válvula de escape de las incapacidades de los demás. Se me olvidó que soy una niña porque de repente me aventaron al ruedo de los adultos.
Hoy no quería ser adulto, tener este cargo, esta vida. Estos sueños. Hoy quería divertirme en una resbaladilla, mirar al cielo sin temor a crecer. Hoy quisiera que me abrazaras y nos raspáramos las rodillas en nuestras bicicletas; que esas bolitas de papel que te arrojé fueran tímidos besos de inocencia. Pero no se pudo, nunca se puede... Que me ruborizara al tocar tu mano. Quisiera tener 10 de nuevo.
En fin, qué se le va a hacer.
Una vez pasada la tormenta, el tiempo de lo que hice ayer es el presente de la lectura, y después, veremos qué pasa.
Hoy no quería ser adulto, tener este cargo, esta vida. Estos sueños. Hoy quería divertirme en una resbaladilla, mirar al cielo sin temor a crecer. Hoy quisiera que me abrazaras y nos raspáramos las rodillas en nuestras bicicletas; que esas bolitas de papel que te arrojé fueran tímidos besos de inocencia. Pero no se pudo, nunca se puede... Que me ruborizara al tocar tu mano. Quisiera tener 10 de nuevo.
En fin, qué se le va a hacer.
Una vez pasada la tormenta, el tiempo de lo que hice ayer es el presente de la lectura, y después, veremos qué pasa.