Ojazos que no me miran

Veinticuatro horas después, me sigue doliendo. Entiendo y respeto tus razones, tu amor por ella, tus ilusiones. ¿Pero qué hago yo con lo que siento por ti? ¿Crees que es fácil? Sé, también, que tú no tienes la culpa de que me haya enamorado de ti, de tus ojos de miel y todo lo que podría significar estar a tu lado.
Me siento bien y a la vez miserable. Sé, como dice la canción, que "un desengaño no es morir jamás" y que mejor ahora que después. Fuiste honesto y lo agradezco, tu abrazo fue mucho más reconfortante de lo que te imaginas. Pero la miseria llegó al verte tan distante, al verme a mí tan triste por algo que nunca tuve. Mi ilusión, mi amor por ti, se disiparon como tu sonrisa y tu felicidad actual, tan efímera, y a la que te aferras como si fuera el final de tu existencia.
No sé que más decirte; no sé cómo debo aplicar el "love was made to forget it". Me elevaste y me tiraste, pero debo levantarme; no por ti, no porque tu conciencia esté tranquila. Por mí, por seguirte viendo de frente, aunque sé que ahora, en un mes, o en mil años, no serás para mí, para besar tus labios y dormir en tus sueños.
Sí, querido monsieur, estoy enamorada de ti y no puedes evitarlo. Sólo no puedes corresponderlo. Ojalá un día voltees a verme y lo entiendas. Yo seguiré; si se puede, se podrá, y si no, pues no.
Ahora, en este momento, te mando todos los besos de mi alma, ojazos... mañana, ya veremos.