6.6.08

So long, camarada

Su mensaje llegó ayer a las ocho de la noche con un minuto.
mijaaa!!! Te voy a extrañar un chingoooo!!!
Seguro ya estaba en el aeropuerto, flanqueado por una o quizá dos personas que lo vieron entrar, su figura alta, varonil, atractiva, segura siempre de sí misma, por la sala de abordar. Donde no sólo se ha trepado a un avión: lo hizo a la nueva etapa de su vida donde tendrá el mar como único horizonte en las mañanas, el límite de sus sueños y el escenario de una felicidad indefinida.
A que nunca imaginó que esa tonta que le veía anonadada (no sé si por sus ojos bellísimos o su camiseta orgullosa del Guadalajara, por los pasillos de la Universidad, hace ya tantos años) terminaría siendo su hija, su camarada; a la que le confió tantas y tantas cosas inconcebibles para esa pétrea imagen que daba al mundo de ser el soltero inalcanzable. Y en cierta medida lo sigue siendo, porque ella, mi mamita culichi no lo atrapó; simplemente se encontraron y lo demás está siendo historia.
No olvido sus palabras; no olvido sus lágrimas en ese momento de dolor tan injusto y que sin embargo sólo lo hizo más grande de lo que ya es. Sus consejos, concisos, aterradoramente exactos, siempre producto no de un oráculo, sino de la simple y rara capacidad de leer el factor humano como nadie que yo haya conocido.
Aquella tarde donde nos encontramos en su restaurante favorito, en Zona Rosa ("reservado sólo para personas verdaderamente especiales para mí", me advirtió) y me platicó sus planes, yo pude ejercer por unos minutos esa magia de observación: estaba -está- feliz, de esa clase de alegría que permite emprender, soñar, construir, siempre bajo su propia consigna de libertad que ni ella pudo rendir en negociación.
La despedida para mí no ha sido ni el abrazo que nos dimos afuera del karaoke, como si nos fuéramos a encontrar en un par de días; no el angustioso "cuídate mucho" de quien sabe que vivirá cerca de una zona de guerra. Ni el SMS antes de treparse al avión... No puedes decirle adiós a quien sabes que vas a reencontrar más pleno, más lleno de sueños, más mágico.
He entrado a mis archivos hibernadores: una vez, creo que en un cumpleaños o a propósito de nada, él me escribió algunas líneas bellísimas.
"el alma de un niño suele jugar y payasear cuando encuentra una amiga, otra alma de niña dispuesta a reír y ser copartícipe de la más crapulosa y desvergonzada ridiculez. Recuerdos imborrables..."



Esa es mi manera de decirle que pronto lo alcanzaré en el mar, para tomarnos una cerveza con ella al lado... y con la vida de padre e hija por delante.
Te quiero con el alma, Iván. No necesitas suerte. Sólo conservar esa aterradora magia de observación humana.

1 comment:

Unknown said...

Eres tan grande que duele buscarte hasta arriba y abrir los brazos para abarcar tu cariño... resulta imposible intentarlo, basta con disfrutarlo.

Te quiero mucho mija...!!!