31.12.10

El deterioro (o por qué este año no hay anuario)

Lo único que suena alrededor es el cigarro consumiéndose, una alarma de coche que poco a poco se acerca. El motor perdido de un carro que ya se va a exprimirle lo último a estas horas simbólicas. Mi casa y mis cosas están cubiertas de polvo, mi computadora agoniza –quizá éste sea el último escrito que haga en ella-. No me había dado cuenta de qué tan roto está ese espejo.

Pero hay deterioros que pueden salvarse. Otros son mucho más complicados. Como el de los amigos que he dejado de ver y con los cuales cruzar experiencias. Las llamadas que no hice, las reuniones que no se concretaron. Todas, hoy, me pesan más que cualquier otro momento.

El año se me fue, de nueva cuenta y quizá más que nunca, en ser espectadora del horror, registradora del otro deterioro (el del país, el de la fe, el de la voluntad y la esperanza social), en tratar de ordenar para afuera lo que pasa en el mundo en poco más de 28 minutos. Donde las cosas, sí, tuvieron sus momentos luminosos y de plena satisfacción, de reconocimiento. Pero en los saldos… pierdo.

No y nunca, creo, dentro del lugar donde paso mucho más tiempo que en mi propia vida. He conocido y admirado y amado a much@s ahí. Aprendido, sobre todo. Nada paga las risas, las bromas, las complicidades, las charlas de madrugada, los entendimientos colectivos. Esa sensación de estar haciendo lo que me gusta no la paga nada. Y a veces su destello y su voracidad es tal que me impide ver todo lo que he dejado en el camino. Por eso no puedo escuchar quienes, con toda justicia, reclaman que antes era mucho mejor.

Escribo deliberadamente “es hora de intentar resarcir”. No lo decreto porque no sé si a partir de unas horas la loca historia del mundo dé un vuelco y sea más complicado estar conmigo que lo que ha sido este 2010 (y el 2009 y el 2008…). Pero sí puedo tener en la conciencia de que no es sano ni honesto estar sacrificando inocentes y que si ésta es la vida que elegí, el resto no puede echarse por la borda.

Los deterioros de mi vida se compensan, sí, con grandes momentos y recuerdos de felicidad. También puede hacerse buscando que no haya más. Y yo mejor que nadie sabe que empiezan en silencio.

Por lo demás, todo fue, creo, como debía de ir. Grandes personas, grandes momentos, grandes recompensas. Risa, salud, trabajo, aprendizaje, cariño, estados de ánimo que aún pueden alcanzar sus puntos más intensos. Noches, viajes, besos, hamburguesas, cigarrillos, cafés, gritos, pautas, música, zapatos, aretes, fotografías, caricias de perro, confesiones fraternas… De eso y más, habrá en unas horas. Estoy segura.

Sólo ya no quiero más espejos rotos ni polvo sobre mi mesa.

Feliz 2011 para todos.

1 comment:

Polilla said...

Siempre puedes encontrar timpo para hacer las maletas y soplarle al polvo. Tenga usted un inolvidable 2011!